El peso de las actividades extraescolares adelanta la jornada escolar en Galicia

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

ANGEL MANSO

Los colegios de primaria se suman al horario continuado de los institutos

10 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«A partir de quinto los niños se iban a la cama a unas horas tremendas». María Hermida, directora de la Compañía de María de A Coruña, resume en una frase por qué el colegio adaptó sus jornadas a los estudiantes. Cuando el alumnado llega a los diez años las actividades extraescolares van ganando peso y a la vez se multiplica el tiempo de estudio y lectura; el resultado es que los menores se acuestan tarde y no tienen suficiente tiempo para disfrutar, jugar o descansar.

Las actividades extraescolares, que los primeros años son sobre todo un entretenimiento, se convierten hacia el final de la primaria en un complemento indispensable. Para algunos padres son la llave del futuro de sus hijos, como pueden ser los idiomas; para otros, una forma de estimular su inteligencia y cultura, y ahí se incluyen el baile, la música o el teatro; y hay quien opta por los deportes para propiciar una vida saludable. «No es solo el colegio el que forma a una persona. Las actividades extraescolares tienen mucho peso y sentido en la vida de una persona que está creciendo», dice Francisco Lires, presidente de la Federación Galega de Directivos de Centros de Ensino Público (Fegadicep). En su colectivo, los centros públicos de primaria, «apenas quedan colegios con la jornada partida», pero aún así cada curso hay peticiones para incorporarse a las clases solo de mañana. Ellos tienen que lidiar con un problema añadido: el transporte. «En la Galicia rural es el autobús el que decide el horario de un colegio y, si es combinado con otro centro, no se puede cambiar», explica Lires. Además, en sitios muy pequeños apenas hay oferta de actividades extraescolares, o, si las hay, exigen de las familias hacer muchos kilómetros cada día. De hecho, en muchos concellos gallegos «el colegio es el dinamizador de la vida social y cultural de la zona».

Personalmente, Lires defiende la jornada continuada: «Recuerdo cuando los niños de tres años tenían que hacer cuatro viajes en bus cada día. Llegaban los pobres después de comer y se quedaban dormidos en el colegio». La jornada partida tiene sentido, explica, en casos muy concretos, pero cada vez es más lógico inclinarse por la continuada.

En los colegios concertados, como Escolas Católicas, que aglutina a más de cien centros, no hay una opción única, aunque la mayoría de los centros tienen jornada partida en primaria y continua en secundaria.

¿Y qué opinan los padres? Muchas veces el cambio de la jornada se hace a instancias del AMPA. Sin embargo, como explica María José Mansilla (Congapa, colegios religiosos), «en esto hay casi tantas opiniones como familias», y por eso la entidad no toma partido por ninguna solución. Lo único que apunta Mansilla es el trabajo de los niños: «Soy partidaria de que analicemos las horas que pasan los niños en el colegio [y en las actividades]».

María Hermida, por su parte, reconoce que al principio hay cierto miedo: «Las familias temen que los niños lleven mal el madrugón [pasan de entrar a las 9.15 a las 8.30], pero esa preocupación enseguida desaparece porque cambian su ritmo y se acuestan más temprano». De hecho, los padres son los mayores defensores de este cambio horario porque ven cómo sus hijos no están tan exigidos por las tardes. Además, en la Compañía los niños de quinto y sexto tienen clase los martes por la tarde y ese día no se les pone deberes; como mucho, leer algo. «Eso se cuida especialmente», recalca Hermida.

Las niñas dejaban el deporte y la música al llegar a quinto

Las niñas dejan enseguida el deporte, y, mientras que los varones practican fútbol, baloncesto o atletismo durante toda la secundaria y bachillerato, entre las chicas la práctica se va reduciendo cada año hasta llegar a la Universidad sin que haya apenas deportistas. Eso lo vieron claramente en la Compañía de María de A Coruña, y descubrieron que quinto era el curso clave. «Cuando comenzaban las exigencias académicas -explica María Hermida- las niñas empezaban a dejar las actividades extraescolares, desde la danza a la música o el deporte». En el centro tenían muy claro que había que cambiar las cosas: «Nosotros promovemos el deporte de las niñas a todas las edades y estamos notando el cambio».