
A Taberna do Carril abrió en 1986 como típica tasca de chiquiteo, condición que, a pesar de la multitudinaria afluencia de comensales en determinadas épocas, aún no ha perdido. Y es que muchos son los devotos de su ribeiro, servido en taza como corresponde. Pero por lo que hoy realmente se reconoce a la taberna carrilexa es por ser un auténtico templo del marisco.
Eso sí, si van a Carril no pregunten por A Taberna, pregunten por O Farturas, que es como popularmente se conoce a esta casa. Denominación que no deja lugar a demasiadas dudas acerca de la generosidad de su oferta. Pero más allá de cuestiones cuantitativas el prestigio de O Farturas deriva de que es sinónimo de infalible calidad. El marisco -«aquí non entra outro que non sexa da ría»- se conserva vivo en pequeñas cetáreas en un local anexo y de allí pasa directamente a la cocina. Fundamental es la sabiduría a la hora de darle su justo punto de cocción. «Levoume o meu tempo dar con el, pero agora sae mallado», presume Celso.
Además de los mariscos, O Farturas cuenta también con una tentadora oferta de pescados salvajes. Sobresale el trabajo en la plancha con el rape y el lenguado, si bien no le desmerece la caldeirada. Y, cómo no, el eterno «marisco de cortello»: la croca o los pinchos morunos, bañados en su propia salsa y acompañados de pimientos de Padrón, apenas desmerecen en nivel de tentación a las delicatesen marinas. Así pues, marisco, carne o pescado... O caso aquí é fartarse.
Plato estrella
Zarzuela de mariscos

«A bandexa de mariscos impón cando a sacas polo comedor», reconoce Celso Conde. No hay mejor reclamo ni escaparate que la imponente exhibición que supone la conjugación (siempre que la veda lo permita) de centolla, nécora, cigalas, camarones y percebes. Todos ellos cocidos en su punto. No desmerecen las navajas a la plancha y, por supuesto, estando en Carril, las almejas a la marinera.