El país donde todos son obesos: qué hacer para que España no acabe como las islas Cook

L. G. V.

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Este territorio del sur del Pacífico tiene la tasa de sobrepeso más alta del mundo. La OMS habla de «emergencia nacional» mientras los expertos tienen claras las razones que han llevado a este país a una situación insostenible

25 may 2022 . Actualizado a las 11:29 h.

Unos 9.000 kilómetros separan Japón, el país con menos obesos del mundo, de aquel que tiene el índice de sobrepeso más elevado del planeta. Las autoridades de un archipiélago de 17.000 habitantes ponen el ojo en el país nipón para intentar atenuar una situación catalogada de «emergencia nacional» por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aunque el común de los mortales, cuando piensan en un punto del globo con problemas de obesidad, se trasladan a cualquier zona superpoblada de Estados Unidos, con las grandes cadenas de comida rápida haciéndose de oro, lo cierto es que hay que viajar hasta las paradisíacas islas Cook para llegar al puesto número uno del ránking de los lugares con más sobrepeso.

En este país el índice de masa corporal es superior a 32 (se estima que hay obesidad a partir de una media de 30, calculado a partir de la división de los kilos de peso entre la estatura en metros). Para seguir con la analogía con las tierras del Tío Sam, para que se hagan una idea, en este país el dato es de 29,1. En España el índice de masa corporal se encuentra en 26,6; siendo un peso saludable 25. Lo cierto es que el terrible lastre de la obesidad, que afecta prácticamente a todos los países desarrollados, y tiene consecuencias como que se dispare el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer o diabetes tipo 2, es especialmente preocupante en este territorio por razones muy particulares que, de no ser responsables, algunas podrían extrapolarse a otras zonas del mundo.

Diversos estudios apuntan a que la primera causa del cambio de hábitos alimenticios en estas islas (y en otras como Samoa Americana, a mil kilómetros) está en la colonización. El último análisis respecto a este tema, realizado por la Universidad de Oxford, señala los cambios sociales que soportaron los locales a raíz de asumir el protectorado británico en 1888 (no lograron la independencia hasta 1965). Según documentos obtenidos para el examen de la situación, los científicos encontraron cartas en las que varios ciudadanos mencionaban que los colonos les obligaban a modificar su régimen alimenticio en pro de otras dietas, con lo que se fueron perdiendo habilidades tradicionales de cultivo y preparación de alimentos. Y llegó la importación de productos no demasiado saludables. Así las cosas, a los isleños también se les enseñó a freír pescado en lugar de comerlo crudo. Por otro lado, la minería o los cultivos comerciales dieron al traste con tierras que habían servido para la recolección de alimentos.

La dieta del pollo frito

Sin dieta local, y con Estados Unidos ya en los últimos años poniendo el foco en estos territorios ante el crecimiento del gigante chino, la situación no ha hecho más que acentuarse. Sin apenas recursos económicos, los ciudadanos basan su dieta en alimentos importados, más baratos, de peor calidad y ultraprocesados. Stephen McGarvey, uno de los estudiosos de las costumbres de la zona, explicaba hace tres años a la radio pública estadounidense (NPR) que lo habitual para la mayoría de los nativos (en la actualidad entorno al 64 % de la población sufre obesidad) era comer pollo congelado llegado de grandes industrias norteamericanas y el uso de aceite vegetal, mucho más asequible.

A esto se le suma la creencia de que el consumo de este tipo de productos elaborados por grandes corporaciones occidentales es sinónimo de riqueza, estatus social y una muestra de opulencia. Sin dejar pasar el interés de muchos de los ciudadanos por imitar conductas norteamericanas. O lo que es lo mismo, vivir en la creencia de que «lo gordo es bello».

Un estudio publicado en la revista Nature Genetics menciona el factor genético como uno de los motivos por el que estos ciudadanos sufren más esta enfermedad que otras poblaciones. Indica el informe que en la Polinesia poseen un gen que aumenta en un 35 % las probabilidades de sufrir sobrepeso. La selección natural habría jugado sus cartas y, debido a las condiciones de aislamiento de la zona, los habitantes de este territorio tendrían así una capacidad mayor de adaptación a periodos de escasez. No obstante, los expertos mencionan el sedentarismo de buena parte de esta población para justificar, por encima de la predisposición genética, la elevada tasa de sobrepeso.

El milagro japonés

En el polo opuesto de esta situación, tal y como se indicó al comienzo de este artículo, se encuentran los japoneses. No solo tienen en el país nipón los ciudadanos más longevos, si no que su tasa de sobrepeso es la más baja del mundo. La educación en materia de alimentación es fundamental para ellos; y son muchos los profesionales que ponen el ojo en la ley Shuku Iku para advertir de que los conocimientos en nutrición son fundamentales para crear una sociedad sin problemas de sobrepeso.

Más allá del afán que tienen en Japón por ver la comida casi como un remedio medicinal (en el que abundan vegetales y productos frescos) y el gusto por las raciones pequeñas, esta norma ha calado profundo en la sociedad por la ortodoxia con la que se aplica. Consiste en mejorar la información de los estudiantes sobre la cadena alimentaria, sobre la procedencia y la producción de los alimentos, y define la educación sobre nutrición desde los primeros años pre escolares hasta secundaria. Así las cosas, las escuelas cuentan con profesionales que dan clases de nutrición en la escuela, una asignatura tan importante como cualquier otra.