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La élite de los vinos de Ribeira Sacra en el «New York Times»

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

ALBERTO LÓPEZ

Eric Asimov valora la evolución de la zona cinco años después de su visita

17 jul 2014 . Actualizado a las 11:54 h.

Se habla mucho, y bien, de Ribeira Sacra entre la crítica estadounidense. Parte del mérito es del controvertido Robert Parker. Más exactamente de Jay Miller, en quien había delegado la cata de vinos españoles en el 2008, cuando el Wine Advocate bendijo con 98 puntos un mencía elaborado en esta zona por el enólogo Raúl Pérez. Poco tenía que ver El Pecado con los tintos opulentos del gusto de Parker, pero el viraje de su influyente publicación cambió más de un chip sobre esta recóndita denominación de origen. Eric Asimov, del New York Times, se decidió a visitarla solo un año después. Desde entonces, le ha dedicado más de un reportaje en términos muy elogiosos. El último, publicado esta misma semana, parece confirmar sus expectativas. Ribeira Sacra, dice Asimov, ofrece «el mismo tipo de belleza aromática y cuerpo ágil que atrae a la gente a Borgoña y Barolo». Pero su transformación es tan reciente, previene el periodista, que no se sabe aún cómo envejecerán los vinos con vocación de guarda.

El propio Asimov explica en su reportaje que la visita del 2009 a la Ribeira Sacra se produjo «en un momento en el que sus vinos estaban comenzando a tener un impacto internacional». Cinco años después, considera llegado del momento de contrastar aquellas primeras impresiones. El crítico del New York Times reconoce que no es fácil sustraerse al «vínculo emocional» que despierta el vertiginoso paisaje del viñedo en bancales y la dureza de la viticultura en esas condiciones. No obstante, en los vinos mejor valorados cree haber encontrado «la pasión y la devoción de sus productores, que es parte de lo que hace de la Ribeira Sacra tan distintiva».

Un lugar sagrado

La cata de la que se hace eco el reportaje, titulado Vino de un lugar sagrado, pasa revista a un total de diecisiete marcas. Lo ideal según Asimov habría sido disponer de alguna referencia más, pero la presencia de Ribeira Sacra en el mercado estadounidense sigue siendo reducida. Pese al creciente interés de los importadores, fue necesario echar mano «de los vinos básicos de varios productores» para disponer de un número significativo de muestras. Resultaron, sin embargo, suficientes para demostrar con claridad «el carácter distintivo, inusual de estos vinos».

El paralelismo con otras reputadas zonas en las que se cultiva el viñedo en fuerte pendiente a las que alude el autor del reportaje, caso de Mosela, Reinghau, Priorat o Douro, otorga a la viticultura de la Ribeira Sacra un valor especial. Pero más allá del paisaje vitícola, Asimov observa en los vinos de esta denominación de origen un sello distintivo. Incluso si se los compara con los tintos de la vecina comarca del Bierzo, donde la mencía también es la variedad principal. «Los vinos del Bierzo tienden a ser más densos y corpulentos, los mejores tintos de Ribeira Sacra personifican frescura jugosa», sostiene el crítico.

Habrá que esperar

Pocas sorpresas depara la cata, aunque el orden de preferencias pueda resultar llamativo en algún caso. Lo más novedoso es la inclusión de un vino joven del 2011, A Estrela, de una minúscula bodega de la subzona de Amandi. Destaca sobre todos el vino de Dominio do Bibei Lalama, «equilibrado, fresco y complejo, con aromas y sabores de flores, bayas y hierbas» en la cosecha del 2010, según la descripción del reportaje. Un tinto con barrica «destinado al consumo temprano» que atraviesa en estos momentos «un pico de alegría». Lacima, el vino top de esta bodega, no estuvo disponible para la cata.

También despuntan el mencía sin crianza Algueira 2012 y el Algueira Pizarra del 2010, junto con El Pecado 2011, que elabora Raúl Pérez en Adega Guímaro. La incógnita, en este último caso, radica en su potencial de envejecimiento. «¿Va a desarrollar los complejos aromas y sabores que caracterizan a borgoñas y barolos o será simplemente soportar y crecer suave, sin la complejidad de un vino profundo?, se pregunta Asimov. La respuesta, en quince años.