Patrocinado porPatrocinado por

Debate abierto en la Ribeira Sacra: ¿demasiados vinos muy parecidos?

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

Cata promocional de los vinos de Ribeira Sacra en el Parador de Turismo de Monforte
Cata promocional de los vinos de Ribeira Sacra en el Parador de Turismo de Monforte ALBERTO LÓPEZ

El parón de ventas por la pandemia pone en la picota el modelo actual de la denominación de origen

15 abr 2021 . Actualizado a las 13:40 h.

Vinos diferentes frente a una excesiva estandarización. El debate encaja en cualquier denominación de origen gallega, pero en este momento el foco está puesto en la Ribeira Sacra. El Ayuntamiento de A Pobra do Brollón organiza bajo ese lema una charla coloquio, con cata incluida, en la que se proyectarán fragmentos del documental El despertar del vino en Galicia, la vuelta al terroir, de Pablo Alonso y Eva Parga Dans. Roberto Regal, el enólogo y viticultor chantadino que dará la charla, sitúa el debate en clave de futuro: «Ribeira Sacra está de moda, pero con esta viticultura vai ser efémera».

Más del noventa por ciento del vino que produce Ribeira Sacra es tinto joven destinado a un mercado en el que el intermediario entre la bodega y el cliente difícilmente paga más de cinco euros por botella. En ese contexto, el coste de 1,50 euros el kilo de uva puede ser incluso alto para las bodegas. Peso ese precio, admisible en zonas llanas de Pantón, Quiroga o la ribera del Cabe, difícilmente compensa en las laderas de Amandi, Vilachá de Salvadur o Esperón, con costes de producción más elevados y suelos más pobres que reducen la carga de uva por hectárea.

«Vivimos un momento de volta ao rural. Aquí hai recursos para facelo e seguir un camiño sostible, pero para iso hai uva que ten que valer tres ou catro euros o quilo. É unha realidade que temos que afrontar se queremos que no se abandonen as mellores viñas, porque a calidade é proporcionalmente inversa á produción», explica Regal. Para que la uva se pague mejor, los vinos «deben ir escalando prezos». Pero esa escalada debe atender a una premisa incuestionable: «Os viños teñen que custar o que teñen que custar, pero tamén o teñen que valer realmente».

El tamaño no importa

Solo un viticultor bien cualificado y debidamente remunerado por su trabajo puede producir las uvas que luego permiten elaborar en la bodega «viños nos que haxa terruño, que teñan vida e calidade». No se trata de que todo el mundo se apunte necesariamente a la biodinámica o a la viticultura cien por cien ecológica, sino de «traballar fóra de forma que dentro tamén se poida facelo ben». Tampoco estaríamos ante una aspiración exclusiva de los pequeños productores, aunque quizás sean ellos los más beneficiados por la apuesta de la singularidad. «Hai adegas grandes que buscan outro camiño e pequenas completamente estandarizadas», dice Regal.

La puesta en marcha de la denominación de origen, hace casi treinta años, corrigió el desfase existente entre el coste de la producción y el precio de la uva. Los bodegueros vendían entonces en graneles parte de la cosecha, casi siempre el mejor vino, para obtener ingresos complementarios. Para su consumo, mezclaba uva de viñedos propios con otra foránea o de parrales. El despegue de Ribeira Sacra permitió que el vino se convirtiese para esas economías en lo que antes era la ganadería.

Luis Gutiérrez, miembro del equipo de catadores del Wine Advocate, el influyente boletín que puso en marcha el crítico estadounidense Robert Parker, carga las tintas en sus reportajes en el potencial que, al igual que otras zonas de Galicia, atesora la Ribeira Sacra para la elaboración de vinos diversos y con personalidad propia. El problema, a su juicio, también es común: «Falta la cultura del vino de calidad que existía mucho tiempo antes en otros lugares de Europa».

Vendimia en una viña en bancales en Carballocovo, en la ribera de Doade
Vendimia en una viña en bancales en Carballocovo, en la ribera de Doade ROI FERNÁNDEZ

Sobre una producción de 7,2 millones de kilos de uva en toda la denominación, Rectoral de Amandi compró 2,3 millones de kilos de uva en la vendimia del 2019. En la cosecha previa a la pandemia, la mayor bodega de Ribeira Sacra pagó a una media de 1,30 euros el kilo de mencía. En el contexto del vino joven, con la consiguiente limitación de precio, puede parecer una cantidad razonable. Si atendemos a la viticultura en fuerte pendiente, aún mayoritaria en la Ribeira Sacra, surgen las dudas. Otro dato revelador: en 1995 el consejo regulador se felicitaba porque la mencía comenzaba a pagarse a 145 pesetas el kilo, el equivalente a 0,86 euros. Son 44 céntimos de diferencia en veinticinco años.

Al cambio de rumbo en Ribeira Sacra se le pueden poner muchas pegas, entre ellas las dudas sobre la acogida en el mercado de vinos con más aspiraciones y también más caros. Bruno Lovelle, distribuidor y propietario de una tienda de vinos en Chantada, relativiza el tema precios ante lo que podría parecer un salto sin red. «No volume da Ribeira Sacra, hai rede. A xente que vén de fóra prefire viños con certos matices, de parcela ou cunha elaboración ecolóxica, aínda que sexan máis caros», apunta. Suelen ser marcas que se caracterizan además por cuidar la imagen de la botella. «Se non podemos pasar dos viños de oito euros, mal imos», reflexiona Lovelle.

Una singularidad histórica que también debería reflejarse en el producto

Junto la Consellería de Cultura, el Centro Superior de Investigaciones Científicas y la asociación de vecinos de Vilachá de Salvadur, el Ayuntamiento de A Pobra do Brollón auspició la datación con carbono 14 en esa ladera del Sil que sitúa en el siglo X el inicio de la construcción de las terrazas de la Ribeira Sacra. El alcalde, José Luis Maceda, cree que la vitivinicultura debe responder a esa singularidad histórica para garantizar su supervivencia. De esa necesidad de diferenciación se habla también, por otra parte, en el documental de Pablo Alonso y Eva Parga, estudiosos de los movimientos que en diferentes regiones de Europa se oponen a una homogeneización de los vinos que beneficiaría a la gran industria en detrimento del pequeño productor.

La particularidad de estos movimientos en España, sostienen estos investigadores, estaría en «su insistencia por la necesidad de políticas de zonificación» en las denominaciones de origen. En otras zonas de Europa, donde esas clasificaciones de viñedo se aplican desde hace tiempo, los productores disconformes se unen «en contra de la industrialización y prácticas enológicas estandarizadas que hacen que estos esfuerzos de zonificación sean irrelevantes debido a la ocultación del terroir».

La caducidad comercial

Debido al cierre de la hostelería y la consiguiente caída del chateo, las bodegas de Ribeira Sacra vieron desplomarse la demanda de vino joven en los meses posteriores a la irrupción de la pandemia. Pese a su mayor precio, los vinos de guarda parecen haber encontrado más salida gracias a la exportación. No están tan lastrados, en cualquier caso, por el problema de «caducidad comercial» del vino joven, cuya demanda se centra en el año posterior a la vendimia.

Humberto Loureiro, de Viticultores do Amandi, tiene en el mercado la cosecha del 2017 de Ego by Cuco, su segunda añada. «O momento é difícil e as vendas están empezando a arrancar, pero a primeira colleita esgotouse», señala este sumiller. Son alrededor de mil botellas de un tinto con paso por barrica y uva de una sola parcela que se comercializa a veinte euros la botella. Desde su punto de vista, en Ribeira Sacra urge una clasificación que ponga en valor los viñedos singulares y garantice su continuidad. «A candidatura a patrimonio da humanidade é a ocasión perfecta», opina.