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El armador dijo a las dos horas del naufragio que en el Villa de Pitanxo había 22 personas

E. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Imagen de archivo del Villa de Pitanxo, hundido hace un año en aguas de Terranova
Imagen de archivo del Villa de Pitanxo, hundido hace un año en aguas de Terranova

Llevaba 24 personas a bordo, había zarpado con 25 y solo estaba autorizado para embarcar 22

24 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) publicó ayer el informe sobre el hundimiento del pesquero Villa de Pitanxo a 250 millas al este de Terranova en el que murieron 21 personas. Como ya había avanzado, se trata de un documento más descriptivo que de análisis de qué pudo haber pasado para que el barco, de 50,3 metros de eslora, acabase sumergido en los míticos grandes bancos de Terranova a una profundidad indeterminada pero que podría rondar los mil metros. No recoge conclusiones ni formula recomendaciones y adelanta que lo más probable es que no las haya siquiera este año, pues está pendiente la bajada al pecio —que sitúa este verano— y después habrá que realizar un «análisis pormenorizado de las evidencias y estudios recopilados». Tampoco avanza nada sobre las pruebas que se han hecho en el canal de experiencias hidrodinámicas con una maqueta del barco reproduciendo oleaje y viento de ese día en distintas condiciones de carga, arrastre del arte y aberturas en el casco. Porque arrastrando estaba. Once horas llevaba haciéndolo cuando se fue a pique en durísimas condiciones meteorológicas: vientos de 40 nudos (unos 75 kilómetros por hora) y olas de 7 metros de altura significativa que podían alcanzar los 10 y 12 de máxima.

El informe recoge que todos los tripulantes disponían de los títulos y certificados requeridos, pero también que había personas de más. Dos. E incluso llegó a haber tres. El buque solicitó despacho el 24 de enero, en el que figuraban 22 tripulantes embarcados —el número máximo de personas autorizadas a bordo según el certificado de navegabilidad en vigor— y ningún personal ajeno a la tripulación. Sin embargo, el barco zarpó de Vigo con 25 tripulantes: 24 marineros y un biólogo marino del Instituto Español de Oceanografía (IEO) como observador. Uno de los marineros estuvo a bordo del Villa de Pitanxo hasta el día 3 de febrero, en que fue transferido a otro buque pesquero que operaba en la zona, quedando en el barco los 23 tripulantes y el biólogo.

La Ciaim detalla que, aunque el barco disponía de dos balsas salvavidas con capacidad para 25 personas cada una, contaba con medios de salvamento para 22 tripulantes y ese era el número de trajes de supervivencia que, según los certificados, había a bordo.

No fue eso lo que dijo el armador a Salvamento Marítimo cuando se le comunicó el accidente. Según recoge el informe, al responsable de la casa armadora se le pidieron números de teléfono de las personas que había en el barco a las 5.29 horas (en España) y a las 7.30, cuando Salvamento volvió a llamarle para dar cuenta de lo sucedido contestó que en el barco había 22 personas, «cifra que coincide con el número de personas enroladas, pero no con el de tripulantes que realmente iban a bordo, como se pudo comprobar», recoge el documento.

Trajes de supervivencia

En una nueva comunicación, a las 11.44, el armador informa a Salvamento que en el barco había trajes de supervivencia, «uno por tripulante y a mayores tres más».

Se desconoce si había para todos o no, pero lo que está constatado es que «ningún tripulante lleva traje de supervivencia, a excepción del capitán y un marinero que también se encontraba en el puente». Y que en una de las balsas —una se encontró vacía y no se sabe si se autozafó o la arriaron— consiguieron embarcar «el capitán y el marinero que llevaba el traje de supervivencia y por lo menos otros cinco tripulantes más» que vestían «ropa de trabajo, sin traje de supervivencia o chaleco salvavidas» y la temperatura del agua rondaba los 2 grados.

El tirón del aparejo en la pasteca y 2,6 nudos de velocidad

Después de estar pescando nueve días en el sur de los grandes bancos de Terranova, el Villa de Pitanxo se desplazó el 13 de febrero al Flemish Pass, al noreste. Y el 14 inicia el primer lance que, sin saberlo, sería el último. Llevaban 11 horas y media en arrastre y poco antes del naufragio navegaba a entre 3 y 4 nudos. En la última posición, emitida a las 5.19, lo hacía a 2,6. Sobre esa hora el buque está con el arte largado por popa, y el viento y el oleaje inciden por la aleta de babor y «por causas que se están analizando», se queda sin capacidad de maniobra. El arte de pesca, que contiene las capturas, «ejerce un fuerte tiro sobre las pastecas de arrastre». El buque queda así orientado «dando la aleta de babor a la mar y adquiere una fuerte escora a babor. Las olas entran constantemente por la rampa de popa. Algunas olas, las de mayor altura, pasan por encima del costado de babor, inundando la cubierta superior. El agua se acumula en la banda de babor, sin apenas dar tiempo a ser desalojada. La escora a babor aumenta lenta y progresivamente. En un determinado momento se hace evidente que la situación es irrecuperable y es perentorio abandonar el buque».

Es el relato que hace la Ciaim del accidente, que señala que en la última señal que envió navegaba a 2,6 nudos. Sin embargo, ingenieros consultados no pueden asegurar si eso demuestra que el motor no estaba parado como sostuvo el patrón del Villa de Pitanxo, Juan Padín, uno de los tres únicos supervivientes.